viernes, 26 de octubre de 2007

SOBRE LA INCERTIDUMBRE

Lo difícil de la vida es la incertidumbre. Al tiempo es lo rico, lo sorprendente y lo que tiene de apabullante. Quien no la experimenta, la busca. La proeza con tinte épico siempre requiere de ella. La duda anestesia el sentimiento de vacío e invita a reinventar personalidades abrumadas.
Es que cada día que pasa no es más que una pregunta sobre qué pasará mañana. Ese mañana nunca vivido como un futuro, puesto que al fin vuelve a sumergirse en la incertidumbre de otro mañana. Es la única forma que puede adquirir el tiempo que transcurre y transcurre, aún sin estar vacío de sentido en su temporalidad presente.
Si se dice, entonces, que lo difícil de la vida es la incertidumbre, podría interpretarse que se trata de una condición inherente a la vida. Pero es mucho más que eso: estado mental, elevamiento del espíritu, leit motive de la propia imaginación. La definición que José Ingenieros propone acerca de la mediocridad, considerada como la incapacidad de poseer ideales, podría volverse extensible a la cuestión de la incertidumbre.
Es cierto que existen aquellos que viven de incertidumbres sembradas por factores externos, y que no podrían más que resultar perjudicados por ella. Pero también es cierto que hay muchos que tienen la incertidumbre “positiva” al alcance de la mano, y son mediocres porque no son capaces de afrontarla –o diseñarla- con naturalidad y sorpresa.
La vida es una permanente construcción, una construcción de incertidumbres. Construcción de incertidumbres, pero también de recuerdos. Quizás en las amables y lúdicas peripecias de la vida se oculte el verdadero sentido de este recorrido que iniciamos desde que amananece en nosotros la capacidad de simbolización.