jueves, 15 de noviembre de 2007

La mirada del contraste


La realidad no es, ante la mirada de cualquier observador, un cúmulo de hechos en bruto. En términos piercianos, el ser humano accede a ella a través de terceridades, es decir signos. De modo tal que queda desterrada toda posibilidad de percibir una verdad absoluta o la realidad misma.

Aunque existan tantas miradas como personas en el mundo, es posible construir hipótesis acerca de tendencias predominantes, de acuerdo a contextos, épocas y culturas. Siempre teniendo en cuenta que estas hipótesis no podrían no estar condicionadas por cuestiones atinentes a la mirada del que mira: subjetividad, autorreferencialidad, experiencias vividas.

La mirada del que mira en este caso (vale decir, yo) percibe miradas confiadas y desconfiadas, pesimistas y optimistas, críticas y conformistas, que subsisten, simultáneamente, en las mismas personas. Miradas que se complementan con y que toman las características de la época en la que están ancladas. Miradas contradictorias. Contrastes.

La mirada actual es una mirada acostumbrada al contraste. La convivencia de los opuestos es normal, puesto que no estimula miradas atónitas que necesiten de repeticiones para arribar a convencimientos. La mirada actual es tan binaria como el signo de Ferdinand de Saussure: si existe un algo, es porque existe su opuesto. De manera tal que los opuestos aparecen representados en la mente como un conglomerado inseparable e inobjetable.

Primer contraste. Mundo pobre-mundo rico. Viaje en tren hasta El Jagüel. Apretada, en transporte sucio, como las personas acostumbran, lamentablemente, a viajar todos los días. El tren se detiene en ese mundo triste, olvidado por muchos, bastante más sucio que el tren. Mundo Pobre. Mundo real. Me subo a un remis con características de colectivo (cuesta 1 peso y lleva a más de cuatro personas. No importa, todo sea por cuidar el magro sueldo recibido por mi trabajo periodístico). Apretada otra vez. Y en esos veinte minutos que demanda mi llegada a Canning escucho a las empleadas domésticas que se quejan de los jefes que toman el cafecito bien tarde y las dejan esperando para que levanten la mesa, o, peor aún, que no les dan vacaciones. Llego a destino, zona de countries y clubes de campo. Otro mundo. Mundillo de espuma, de fiesta y de pantomima. Mundo irreal.

Segundo contraste. Estudiar-voyeurismo. Desde que opté por esta profesión me dijeron más de una vez: “Te vas a cagar de hambre”. Firme y dueña de perspectivas triunfalistas, siempre levanté la cabeza y dije: “No creo que así sea. De todos modos, prefiero cagarme de hambre antes que estudiar administración de empresas”… (no porque esta carrera me represente algún prejuicio, sino simplemente porque no me genera ningún tipo de interés).

Estudié toda la tarde y quedé abombada. Qué mejor que relajar el cerebelo con unos minutos de la bendita TV. Allí me topo con mujeres ligeras de ropa que jamás han tocado un libro y que viven en el mejor de los mundos. Mujeres que no saben quién fue Adolfo Bioy Casares, o, peor aún, que desconocen el significado de la palabra modular. No es mi objetivo operarme las lolas y salir a bailar por un sueño. Tampoco lo es vivir en el mejor de los mundos, aunque sí, no tener que cagarme de hambre. De cualquier forma… ¿es esto normal? A nuestros ojos, sí.

Tercer contraste. Las exigencias del capitalismo. Un aviso en Computrabajo pide estudiantes de periodismo para trabajar en una revista de interés general. Fundamental: echo un vistazo a sueldo y cantidad de horas. Sueldo, pasable. Cantidad de horas… ¡nueve! La maquinaria capitalista exige personas capacitadas y predispuestas de lleno a prestar su fuerza de trabajo. Y, claro está, consumidores permanentes de bienes y servicios. El mismo contraste que se evidencia cuando, después de haber salido hasta las 7, nos espera un domingo con unos cuantos apuntes que leer, unos cuantos trabajos prácticos que confeccionar, unas cuantas notas para Gráfico II que escribir.

Cuarto contraste. Lo que somos y lo que seguimos sosteniendo que somos. Se supone que ya conocemos nuestras raíces. Que sabemos a la perfección quiénes somos y de dónde venimos. Y que, por más que muchos admiremos a Pablo Neruda como poeta, es imposible no objetarle su teoría de que “los españoles se llevaron todo pero nos dejaron algo hermoso: el idioma”. ¿Acaso este gran hacedor de odas desconoce que aquí ya existían lenguajes de lo más románticos, hermosos y originales? Pregunta que carece de sentido si recordamos que, todavía, hablamos de Día de la Raza. Y de “descubrimiento” de América.

Quinto contraste. ¿Limpiás el piso?-¿Me ayudás a limpiar? Siempre aborrecí las tareas de la casa, y siempre dije: “No son para mí”. Pues bien, la discusión con mi novio Pablo acerca de quién se hará cargo de limpiar, barrer, fregar, pone en evidencia que yo, por mi condición genérica, estaría obligada a hacer de pé a pá todas las tareas de la casa. Y él, con espíritu benevolente, sería el “ayudante”. Hace rato las mujeres dejamos el hogar para encontrar un lugar (todavía desigual) en el mundo laboral. Aún así, todavía somos las obligadas y ellos son, en el mejor de los casos, los ayudantes.

La lista es interminable. Pero llegado al quinto contraste procesado por mi mente en los últimos meses, creo que mi mirada sigue un tanto atónita. Espero no haberme acostumbrado tanto a los contrastes. Espero.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno Dan, me gusto mucho!!!!
te felicito, segui escribiendo que lo haces de maravilla :) te amooo

*Queíta* dijo...

ay maría daniela, cada día me sorprendés más...

Anónimo dijo...

Muy bueno Dan. Sólo emitiré dos opiniones. Si bien mi repudio hacia el día de la raza y la colonización despiadada y sádica que los españoles llevaron adelante en nuestro continente también es total e inflexible, creo que la lengua que hablamos es hermosa. Por supuesto, estoy de acuerdo con vos en que aquí se hablaban lenguajes muy bellos, que resultaron desterrados por las salvajadas ibéricas, pero la lengua castellana de la cual nos hemos apropiado es también muy hermosa. En tiempos donde las palabras en inglés aparecen por doquier, donde la gente denomina cosas en una lengua tan ajena a nosotros, creo que reconocer que la lengua que hablamos es bella, no es ser "amante de los españoles", simplemente, ser sincero: hay palabras que pronunciadas en inglés sonarían horrendas, pero en castellano, su acusticidad es brillante: "lindaba" "umbrío" "histrionismo" "apocalíptico" "majestuosidad" "vacuidad" "molicie", etc.
Una infinidad de variantes que el lenguaje español nos otorga; una infinidad de combinaciones que danzan en el oído. Por más que lo que oy hablamos sea la herencia de una barbarie, no creo que tenga nada de malo apreciar nuestra lengua.
Aún así, respeto tu opinión, y coincido con tu desprecio por tales acontecimientos.
Por otra parte, yo jamás dije que debiera "ayudarte" en las tareas de la casa. No pienso que sea la mujer la que deba hacer todo si así no lo desea. Detesto el machismo. Pero querer revelarse de una forma tan foquista y negada como decir "yo no voy a hacer tal cosa y se acabó", no contribuye. Creo, en mi humilde opinión, que para desterrar esas malas costumbres de las que hablás, se debe eliminar la idea de que el hombre pueda "ayudar" a la mujer en las tareas de la casa, como eliminar tb la idea de que "la mujer no hará nada como liberación del machismo". He aquí mi pregunta: ¿no sería mejor hablar de igualdad, de dividir tareas por igual, de trabajar como equipo? ¿No acabaría eso con machismo y otros mañerismos?
La respuesta te la delego.

Admiro tu forma de escribir y tu intelecto. Lo sabés.
Te adoro.

Pablo Sieira

María Daniela Yaccar dijo...

Responderé a las dos opiniones emitidas, mi queridísimo Pablo.
No creo haber dicho en mi relato que nuestro idioma no es rico, bello, por cierto, mucho más bello que el inglés. Pero sabés que los idiomas que aquí existían eran también bellísimos, creativos... a eso voy. No vale justificar nada diciendo que nuestro idioma es bello. Acá ya había idiomas. De todos modos, yo no cargué contra el calificativo empleado por Neruda. Si no, con esa idea de que "nos dejaron el idioma"... ¿? Sigo sin entenderlo.

En fin, en alusión a las tareas domésticas, no creo haber dicho "no voy a hacer esto", simplemente digo que no son para mí porque no las tolero... las aborrezco. Lo cual no significa bajo ningún punto de vista que no las vaya a hacer jamás. Sólo que viviré a pancho, sanguche, y, en el mejor de los casos milanesas. Y quien decida convivir conmigo alguna vez (seguramente tú chicuelo) deberá soportar este escueto menú o dedicarse a la cocina.

Con todo respeto amor. Admiro tu intelecto yo tb y te amo jaja

*DaN*

gustavo dijo...

Mientras no nutramos el alma siempre vamos a estar hambrientos,devorando todo lo que esté a nuestro alcance,
desesperados por llenar ese vacío.
Yo por eso como poco, el rito del almuerzo y la cena me parecen por demás promiscuos, indecentes, inmorales. (ya tendremos tiempo de discutir este punto)
¿Mejor mundo? apariencias, protitución, ignorancia, mentiras, humillación, egoismo, ceguera...
Me quedo pobre toda la vida, orgulloso de mi pobreza y mi decencia, de mi humildad y la de mis hermanos. Y es logico que sufra las injusticias del mundo, de la sociedad, pero ese sufrimiento que recide en la fantacía muerta, la ilución corrompida de creer que había algunos malos que dificulataban la cosa. No, es el espíritu humanao el que encierra todas las miserias, toda la mierda. (también tendremos tiempo de discutir eso).
¿Y la colonia? ¿Y el genocidio? la inexorable pulsión de muerte...
La vida es una y no sabemos bien que es, busquemos la calma de nuestro corazón. Un abrazo desde el alma que son al fin los mejores abrazos!